Nos sentíamos desconcertados, la escuela no lucía distinta a las que nosotros conocíamos, sin embargo, pronto descubriríamos que estábamos equivocados. Todos los niños estaban sentados en derredor de una mesa ubicada al centro del salón. Se levantaban inquietos y preguntaban:
- Aún no llega
- Y tu papá
Se levantaban y asomaban por la puerta y ventanas. Nos miramos mi amigo y yo. Se asomó un señor de campo, con ropa ligera y sombrero entremetido en torso y brazo. Colocó un borrego en la mesa y entonces todo se aclaró. Los niños jalaban, miraban, chupaban… Al final realizaron un escrito y lo llevaron a casa.
Esta estampa aludía fielmente al nombre de la escuela: “Celestín Freinet”.
Mirando al pasado lejano, me pregunté seriamente ¿Por qué mis estudiantes no comparten más allá del salón de clase lo que hacen? Y si acaso lo hacen no hay materiales diseñados con la intensión de que esto suceda.
La pregunta dio lugar a muchas otras, que se fueron diversificando, comprimiendo, abstrayendo e incluso, algunas fueron tiradas al adentrarse en el camino de la reflexión. Salieron las variables relacionadas con la edad de mis alumnos, el medio, el tiempo, en fin… los pretextos.
Decidí incluir en la planeación de mi curso para este semestre que casi termina la publicación de un impreso… Eso era el resultado pero… ¿cómo obtenerlo?
Descubrí que mi preocupación por el cómo y el qué resultaban superfluos. Había que dejar a los estudiantes que se organizaran, que experimentaran y por que no, que se equivocaran.
Les di una instrucción breve casi exigua, les comente que tendrían que elegir de todos los trabajos realizados en clase los que consideraran mejores, los que más les gustaran y que habría que publicarlos, para ello formarían comisiones y habría un coordinador general de todo el proceso, la única condición era que todos participaran en la producción de la publicación.
Se definió en conjunto con ellos las comisiones necesarias y empezaron a actuar.
No tardaron en presentarse los conflictos. Tuve que mediar para resolverlos.
Se tardaron tres meses en sacar la publicación. Los problemas del diseño, de la organización, de sus tiempos, de los recursos, de los roces, de las lagunas en la comunicación…
Pero salió.
Cuando la dirección se enteró, apoyó a los estudiantes para imprimir un mayor número de publicaciones, y con el recurso humano para darle un formato más pequeño a la publicación, no sin antes consultar a los estudiantes. La publicación fue entregada a sus familiares, compañeros de escuela, maestros y amigos.
La publicación llegó a lugares que no habíamos sospechado.
Ahora, en menos de un mes saldrá la segunda impresión de sus trabajos con el mismo tiraje.
Este ejercicio de una clase ha recuperado la idea de una gaceta estudiantil en la institución y actualmente se ha lanzado una convocatoria para integrar el equipo que dará inicio a la elaboración, diseño, publicación y distribución de la gaceta.
Mis estudiantes están contentos.
- Aún no llega
- Y tu papá
Se levantaban y asomaban por la puerta y ventanas. Nos miramos mi amigo y yo. Se asomó un señor de campo, con ropa ligera y sombrero entremetido en torso y brazo. Colocó un borrego en la mesa y entonces todo se aclaró. Los niños jalaban, miraban, chupaban… Al final realizaron un escrito y lo llevaron a casa.
Esta estampa aludía fielmente al nombre de la escuela: “Celestín Freinet”.
Mirando al pasado lejano, me pregunté seriamente ¿Por qué mis estudiantes no comparten más allá del salón de clase lo que hacen? Y si acaso lo hacen no hay materiales diseñados con la intensión de que esto suceda.
La pregunta dio lugar a muchas otras, que se fueron diversificando, comprimiendo, abstrayendo e incluso, algunas fueron tiradas al adentrarse en el camino de la reflexión. Salieron las variables relacionadas con la edad de mis alumnos, el medio, el tiempo, en fin… los pretextos.
Decidí incluir en la planeación de mi curso para este semestre que casi termina la publicación de un impreso… Eso era el resultado pero… ¿cómo obtenerlo?
Descubrí que mi preocupación por el cómo y el qué resultaban superfluos. Había que dejar a los estudiantes que se organizaran, que experimentaran y por que no, que se equivocaran.
Les di una instrucción breve casi exigua, les comente que tendrían que elegir de todos los trabajos realizados en clase los que consideraran mejores, los que más les gustaran y que habría que publicarlos, para ello formarían comisiones y habría un coordinador general de todo el proceso, la única condición era que todos participaran en la producción de la publicación.
Se definió en conjunto con ellos las comisiones necesarias y empezaron a actuar.
No tardaron en presentarse los conflictos. Tuve que mediar para resolverlos.
Se tardaron tres meses en sacar la publicación. Los problemas del diseño, de la organización, de sus tiempos, de los recursos, de los roces, de las lagunas en la comunicación…
Pero salió.
Cuando la dirección se enteró, apoyó a los estudiantes para imprimir un mayor número de publicaciones, y con el recurso humano para darle un formato más pequeño a la publicación, no sin antes consultar a los estudiantes. La publicación fue entregada a sus familiares, compañeros de escuela, maestros y amigos.
La publicación llegó a lugares que no habíamos sospechado.
Ahora, en menos de un mes saldrá la segunda impresión de sus trabajos con el mismo tiraje.
Este ejercicio de una clase ha recuperado la idea de una gaceta estudiantil en la institución y actualmente se ha lanzado una convocatoria para integrar el equipo que dará inicio a la elaboración, diseño, publicación y distribución de la gaceta.
Mis estudiantes están contentos.