lunes, 24 de noviembre de 2008

Publicar lo escrito

Nos sentíamos desconcertados, la escuela no lucía distinta a las que nosotros conocíamos, sin embargo, pronto descubriríamos que estábamos equivocados. Todos los niños estaban sentados en derredor de una mesa ubicada al centro del salón. Se levantaban inquietos y preguntaban:
- Aún no llega
- Y tu papá
Se levantaban y asomaban por la puerta y ventanas. Nos miramos mi amigo y yo. Se asomó un señor de campo, con ropa ligera y sombrero entremetido en torso y brazo. Colocó un borrego en la mesa y entonces todo se aclaró. Los niños jalaban, miraban, chupaban… Al final realizaron un escrito y lo llevaron a casa.
Esta estampa aludía fielmente al nombre de la escuela: “Celestín Freinet”.
Mirando al pasado lejano, me pregunté seriamente ¿Por qué mis estudiantes no comparten más allá del salón de clase lo que hacen? Y si acaso lo hacen no hay materiales diseñados con la intensión de que esto suceda.
La pregunta dio lugar a muchas otras, que se fueron diversificando, comprimiendo, abstrayendo e incluso, algunas fueron tiradas al adentrarse en el camino de la reflexión. Salieron las variables relacionadas con la edad de mis alumnos, el medio, el tiempo, en fin… los pretextos.
Decidí incluir en la planeación de mi curso para este semestre que casi termina la publicación de un impreso… Eso era el resultado pero… ¿cómo obtenerlo?
Descubrí que mi preocupación por el cómo y el qué resultaban superfluos. Había que dejar a los estudiantes que se organizaran, que experimentaran y por que no, que se equivocaran.
Les di una instrucción breve casi exigua, les comente que tendrían que elegir de todos los trabajos realizados en clase los que consideraran mejores, los que más les gustaran y que habría que publicarlos, para ello formarían comisiones y habría un coordinador general de todo el proceso, la única condición era que todos participaran en la producción de la publicación.
Se definió en conjunto con ellos las comisiones necesarias y empezaron a actuar.
No tardaron en presentarse los conflictos. Tuve que mediar para resolverlos.
Se tardaron tres meses en sacar la publicación. Los problemas del diseño, de la organización, de sus tiempos, de los recursos, de los roces, de las lagunas en la comunicación…
Pero salió.
Cuando la dirección se enteró, apoyó a los estudiantes para imprimir un mayor número de publicaciones, y con el recurso humano para darle un formato más pequeño a la publicación, no sin antes consultar a los estudiantes. La publicación fue entregada a sus familiares, compañeros de escuela, maestros y amigos.
La publicación llegó a lugares que no habíamos sospechado.
Ahora, en menos de un mes saldrá la segunda impresión de sus trabajos con el mismo tiraje.
Este ejercicio de una clase ha recuperado la idea de una gaceta estudiantil en la institución y actualmente se ha lanzado una convocatoria para integrar el equipo que dará inicio a la elaboración, diseño, publicación y distribución de la gaceta.
Mis estudiantes están contentos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Visita a un CENDI

Llegué temprano a la cita. La reja estaba cerrada, inmediatamente una mujer me preguntó qué buscaba, referí que estaba programada una reunión con la Directora. Entré al recibidor del edificio, tomé asiento y comencé a platicar con la mujer, resultó ser enfermera.

La plática fluía mientras de sus manos salían palitos de paleta perfectamente cortados a la mitad.

-¿Qué es un CENDI?
-Es un Centro de Desarrollo Infantil, se atienden a bebés desde 43 días de nacidos hasta tercer grado de preescolar, el horario varía, hay niños que llegan desde las ocho de la mañana y vienen por ellos a las tres de la tarde..
-Entonces están mucho tiempo.
-Sí, así es.
-Los niños viven aquí realmente.
-Sí, en ocasiones los niños les dicen a sus mamás que no quieren irse, que los dejen un rato más, las mamás se ríen y lo ven como algo curioso. Esto ocurre generalmente con las maestras que tienen doble plaza.
-A mí me preocuparía que mi hijo no quisiera ir a casa, me haría pensar que está encontrando en otro lugar lo que deberíamos de poderle darle en casa.
-también ocurre que nosotros nos encariñamos con los niños.
-Sí es mucho tiempo el que están. ¿Cualquiera puede inscribir a sus hijos aquí?
-No, tienen que trabajar para el gobierno del estado.
-Uno como papá ¿puede inscribir a su hijo?
-No, tiene que ser la mamá.

Llegó la Directora, me presenté, comentamos algunas cláusulas, negociamos, dialogamos, acordamos…

De salida comenté que antes de ir no sabía dónde quedaba el CENDI. La directora muy amablemente me guió por las instalaciones. Vimos niños riendo, llorando, jugando, en formación para ir a lavarse la boca – pues habían desayunado –, pintando, pegando…

Sucedió algo curioso, en un salón de segundo de preescolar un niño se levantó de su sillita, corrió con los brazos extendidos y con un gran abrazo franco se aferro a mis piernas… no sabía que hacer, volteé a ver a la directora, como buscando su mirada para preguntarle con la vista qué hacer, un sentimiento de emoción y ternura se apoderó de mí, el pequeño seguía aferrado a mí, no decía nada, solo estaba así muy cómodo, como no pude hacer contacto visual con la directora ni la educadora, decidí tocarle con mucho cuidado su cabecita y le dije
– Hola Peque.
Alzó su cabecita me miró, ofreció una sonrisa, regresó a su lugar y se sentó.
Continuamos con la visita. Me despedí agradeciendo el trato tan amable del que fui objeto y me retiré.

Me quedé pensando… tal vez lo debí abrazar de igual manera, agacharme y abrazarle o tal vez cargarlo y levantarlo extendiendo mis brazos… pero todo fue tan repentino que no supe que hacer… creo que lo hubiera abrazado…

En fin es una experiencia más.